Cuando uno pasa por frente a la biblio, no importa el clima, la hora, las ganas… Siempre, estoicamente Laura y Oscar, con sus libros usados y a estrenar, como poniéndole un portal a la cultura. Los libros salen a la calle a buscarnos, ladran pero no muerden, se escapan del tiempo y se zambullen en él, como pasajeros y vehículos a la vez, entre una dimensión y la otra. Ahora, cada vez que paso frente a la biblioteca Sarmiento, miro hacia esa esquina, la esquina de los libros, y saludo a los libreros que matean con Freud, Kafka, Cervantes, Edgar Poe, o alguno que otro que no conozco pero que por la forma de pararse, seguro que es escritor.