Un bote abierto en pleno invierno… ¡Brrrr!
Desde aquellos cálidos días de comienzos de otoño, en que nadábamos en el lago con todo gusto, que no llevábamos el bote al lago. Yo me sentía culpable, o tonto, tener un lago tan bonito, y un bote flamante, y no disfrutar ninguno de los dos…
Una buena excusa fue cuando Marcelo Lommo me escribió que él, su esposa Marcela y su hija Carolina venían una semana de estas vacaciones de invierno. Entonces vamos a ir al lago con el bote, le dije, y me comprometí.
El último día de la estadía de los Lommo nos decidimos. Estaba nublado, había un poco de viento, pero por lo menos no llovía ni nevaba.
Ya con experiencia en la maniobra, pusimos el bote en el agua y zarpamos sin siquiera una salpicadura. Íbamos Marcela y Marcelo, Cristian, un viejo amigo de los Lommo de
Marcela, todavía a cara descubierta
Cruzamos el lago hacia la costa Oeste, y fuimos bordeandola con dirección a El Turbio, que queda en el extremo Sudoeste. Debíamos ir cerca de la orilla, porque Lucas quería señalar a Marcelo y Cristian, unas playitas recónditas, que el como buen kayaquista conocía bien, y que en ese momento iban perdiendo su condición de secretas.
Navegamos una media hora, a unos quince nudos, con temperatura del aire de alrededor de cuatro grados, y el agua a seis grados.
Lucas y sus playas íntimas
El muelle del parque ya se perdía de vista
Ya atracados en el nuevo muelle de El Turbio
Una de las playas de El Turbio
Curioseando - Vivienda de la guardaparque. No estaba.
Importante: Mate, café, galletitas, scotch… - Contemplación
Preparándonos para volver - Ahora sí que no tengo frío. Marcela