18 de agosto de 2009

ALFREDO PIPPIG

 ALFREDO PIPPIG

Por Oscar Catania

Pintor radicado en El Bolsón, injustamente olvidado. Lo conocí en El Bolsón en la década del 70. Tenía su vivienda donde actualmente está la Fundación Harmos, vecino, alambrado por medio, de Zvonimir Katalenic, un ser extraordinario, también pintor pero además un verdadero erudito: poeta, músico y, por sobre todo, de una vida ejemplar acorde al elevado desarrollo espiritual que poseía.

De Alfredo Pippig puedo decir que en el año 1957 dos óleos suyos fueron aceptados en el Salón Anual de Bellas Artes. Esto de por sí es una consagración.  "Brumas del Piltriquitrón”, se titulaba una. En el Catálogo General Ilustrado, de ese trascendental Salón, figura en la página 98.

También fueron aceptadas dos obras suyas, representando a El Bolsón, en el Salón Anual de Santa Fe, realizado en el Museo Provincial de Bellas Artes “Rosa Galisteo de Rodríguez” en el año 1962. Un óleo se llama “La frutera” y el otro “Puerto Limonao”. En el correspondiente catálogo figura en la página 81.

Tengo la suerte de poseer un importante óleo de él. Un paisaje urbano de El Bolsón en el cual prepondera nuestro Cerro Piltriquitrón.

También era periodista y un muy destacado escritor y traductor, especialmente de Franz Kafka, en alemán, de quien recibió positiva influencia. Tradujo de él, al español, “La muralla china”, en 1975.

Algunos de los libros escritos y editados de Pippig, en donde predomina un sentido metafísico y surrealista, son:

        “La resurrección de x.x.”, cuentos, editorial Saeta, año 1943.

        “Isla”, editorial Sudamericana, año 1946.

        “El Almirante”, 1962.-

        “Moradas”, de editorial Sudamericana, año 1975.

        “El Reina del Mar”, editorial Sudamericana, año 1978. Figura en la National Library of Australia.

Fue colaborador de Jorge Luís Borges en la revista Sur. En esta misma mítica revista, fundada por Victoria Ocampo, publicó diversos escritos, conjuntamente con los más grandes escritores argentinos.

El libro “Galaxia Borges”, (Ed. 2007) de Eduardo Berri y Edgardo Cozarinsky, reúne relatos de Alfredo Pippig junto a Leopoldo Lugones; Ricardo Güiraldes; Macedonio Fernández; Bioy Casares y Silvina Ocampo entre otros.

El famoso fotógrafo Aníbal Pees Labory, inspirado en el libro “Isla” de Pippig, realizó una notable muestra fotográfica que luego se convirtió en un extraordinario calendario.

Alfredo Pippig figura como escritor en numerosos catálogos, revistas, boletines y diccionarios de varios países. Casi siempre al lado de los más prestigiosos escritores argentinos.

A modo de anécdota puedo decir que si bien sus escritos y posturas filosóficas son muy valiosos, Katalenic me expresó en una oportunidad que no estaba de acuerdo con esos conceptos. Sintetizando, Pippig sugería, por ejemplo en “Isla”, que el hombre inevitablemente vive aislado mientras que Katalenic sostenía lo contrario: que somos una unidad, representada justamente con el mar que unía a todas las islas, ligadas a un mismo destino.

En un libro titulado “Dando a sombra, dando a luz”, (1965) su autor, Bernardo Horrach, en la página 143 dice: “Recuerdo una partida de ajedrez en la que fue mi oponente ocasional Alfredo

Pippig, un sargento alemán acostumbrado a la guerra relámpago del trabajo nazi, impacientado por que yo tardaba en mover las piezas cuando era mi turno….” Lamentablemente no poseo ese libro, del cual pude rescatar solamente esta mención. Lo que me hace recordar que, efectivamente, a Pippig le gustaba jugar al ajedrez, por lo que visitaba para jugar unas partidas a ese otro mítico ser llamado “Don Teo” (Theodore Thurnherr), un suizo que vivía retirado en su cabaña cerca del cementerio de El Bolsón. Le gustaba llamarse a él mismo “resistente civil”.

Visité a Pippig en su casa, admirando sus cuadros. Al preguntarle porqué no exponía o difundía su obra me contestó, entre otros conceptos: “Aquí en El Bolsón me quitaron la patente de pintor…

Un detalle: generalmente, aún estando ellos dentro de su casa, cerraba el portoncito de entrada con cadena y candado...

A Pippig le intrigaba mucho la vida de Katalenic, su ilustre vecino. Sospechamos que lo quería estudiar más a fondo para convertirlo en uno de los personajes de sus libros. Muchos llegaban a la pequeña cabaña de este gran sabio Katalenic, procurando abrevar de su sabiduría. La casa de Pippig, en la que vivía con su esposa, estaba rodeada de un amplio terreno. Y un día construyó una especie de cuartucho, algo así como para guardar herramientas y objetos varios. Pero lo interesante es que lo ubicó pegado al alambrado que dividía su terreno con el de Katalenic, justo a la altura de la cabaña donde éste vivía. Zvonco (nombre familiar con el que llamábamos a Katalenic sus amigos y personas más cercanas), me decía que estaba seguro que hizo eso para espiar sus movimientos más de cerca. Cosa que creyó comprobar. No me extrañaría que así fuese. Después de todo no era mala idea y muy acorde con el genio e ingenio de todo verdadero artista.

Seguramente nuestro escritor Levi Freistav y Pierre Delaunay (entre otros bolsonenses de aquella época) podrán aportar muchos datos más sobre este enigmático pintor-escritor.

En mis archivos seguramente debo tener más material pero por el momento es todo lo que puedo aportar para rescatar la memoria de este destacado artista que viviera entre nosotros.


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