Antonio Zandegiácomo
Oleo s/ tela. 50 X 60 cm, año 1953 Realizada por Ricardo Valmitjana
Más conocido como “Tony” era uno de los apasionados paisajistas.
Éste se hizo célebre, precisamente por pasar largas horas enfundado en un gran sobretodo en pleno invierno, pintando al natural imágenes de la región que entusiasmaban a coleccionistas de Buenos Aires. Para seguir capturando la naturaleza viajaba de manera constante al El Bolsón para pintar Junto a Leopoldo Chatruc.
De joven ya era un gran pintor.
Cuando era soltero vivió un tiempo alquilando en la casa Speranza, en la calle Perito Moreno, entre Rolando y Palacios.
Se lo recuerda como un hombre de gran contextura física y muy tímida.
Lo caracterizaba el hecho de ser muy respetuoso en las conversaciones que emprendía.
Naturalmente era todo un sacrificio instalarse con el caballete a capturar una imagen. La tarea obligaba a estar mucho tiempo inmóvil, soportando el intenso frío.
Imagen de artistas cobijándose del frío invernal.
Un muy joven Hans Lauer parece concentrado en sus pensamientos, el doctor Montalivet juega a que ignora que están siendo fotografiados y Antonio Zandegiácomo se muestra un tanto impaciente por el resultado final de la toma fotográfica.
La imagen nos transporta a más de 50 años atrás, en una casa típica en la que el anfitrión es Zandegiácomo.
El hilo invisible que los une a los tres es la pasión por la pintura, claro que con las miradas distintas. Hans utilizaba los pinceles para indagar en su mundo personal, buscando motivos indeterminados que resolvía después con ásperas pinceladas, para asombro de sus amigos y allegados.
De Montalivet no se ha encontrado obras pero se lo recuerda como animador de reuniones grupales y salidas al aire libre.
Antonio Zandegiácomo era uno de los extranjeros que hicieron de Bariloche su mundo, afirmando que no se podía estar en otro lugar. Más apasionado por el paisaje circundante, compartía siempre con amigos y compañeros salidas a distintos rincones del Parque Nahuel Huapi.
Con Armand Larocchette, Enrique Miche, Reinaldo Antúnez y Américo Panozzi, podían pasarse todo el día con telas y pinceles, al aire libre, después de una gran nevada, hasta darle forma a un cuadro que después analizarían cobijándose del invierno junto a la estufa a leña y sirviéndose grandes jarros de café.
De acuerdo al ánimo del grupo o de las condiciones de tiempo, muchas veces viajaban hasta el Correntoso, en donde el almuerzo obligatorio era pescado del lugar, muy sabroso.
. También en los alrededores del Limay se podían encontrar diversidad de paisajes y peces cuando el hambre se hacía notar.
La práctica convertida ya en hábito, convocaba a residentes y a muchos que visitaban asiduamente la región. Un modo de vida que se iba conformando en armonía con el medio ambiente y la buena relación entre vecinos, muchos de los cuales nunca cerraban con llave sus casas.
Amantes del paisaje desde su perspectiva, podríamos nombrar a aquellos que dejaron testimonios con pinturas, bocetos y en muchos casos muestras en la región y hasta en salones de Buenos Aires.
Además de los ya nombrados: un muy joven y activo Egon Rost, Federico Macías, Emilia Roth, Elena Maiorano, Shifani Bagdalian, el gran Godofredo Hacker, Carlos Gamp, Jochen Lurhs, Tomás Mezoli, Mary Prety, Tomás Newbery, José Roig, J. Spagat y Roberto Tange, entre otros.
Esta espontánea comunidad ayudó a que la región de los lagos del sur lograra esa aura de belleza inigualable que la identifica hasta ahora.
Los colores, tonos, soluciones plásticas, formas recién descubiertas, perspectivas y visiones, quedaron plasmadas en incontables pinturas que atesoran familias de Bariloche o de otras localidades.
No hay una visión de coleccionistas, ya que no son obras buscadas. No vales mucho y no están a la venta porque son documentos, parte vital de una época no tan lejana.
Juan Vargas