«Un pueblo que no tiene arte es un pueblo que no merece sobrevivir»
JOSÉ LEOPOLDO CHATRUC
José Leopoldo Chatruc nació en Bolivar, provincia de Buenos Aires, el 3 de septiembre de 1911. Llegó a El Bolsón en el año 1951. En torno a él se gestó el primer movimiento artístico en El Bolsón, provincia de Río Negro. Murió en España en el año 1991. Lo que sigue, son tramos de una entrevista realizada el 10 de octubre de 1989.
Yo conocí a Chatruc desde que tenía cinco o seis años y salía a pescar con mis hermanos en el Río Quemquemtreu. Nuestro sitio predilecto era la confluencia con el Arroyo del Medio que aportaba sus rumorosas aguas amorronadas internándose en su límpido azul. Desde ese lugar veíamos crecer los techos de su carpintería, una suerte de atalaya. Más allá se intuía un gran tanque de agua y una rueda de dimensiones gigantescas para nuestra mirada infantil, que giraba con la fuerza del agua desviada del cauce del río.
Don Chatruc, a quien nunca vi de cerca, era nombre y apellido en el rubro de la carpintería. Algunos me decían que era un pintor. Pero transcurrieron más de veinte años para que un día dejara la caña de pescar e ingresara a conocer sus dominios donde el arte de la madera lo dejaba a uno perplejo. La primera vez que lo vi fue en ocasión de realizar el Encuentro de Músicos y Poetas Patagónicos, en plena dictadura militar y recibimos su apoyo para sintetizar en un logo lo que estábamos intentado. Con su palabra grave, su gesto sereno, aplacado por los años, mostraba vestigios de un hombre siempre vigoroso tanto en la pintura, la carpintería o las concepciones de la vida y la política. Era de esos hombres que, intuí, moriría con la conciencia intacta y el alma redimida. Pero pasaron muchos años para que la pulseada con la guadaña se lo llevara. Cuando murió en Europa, recé por el vecino que se había ido, pero seguí pensando que los bosques, flores, ríos y denuncias sociales de su paleta le construirían un buen altar para que descansara en paz. Chatruc transmitía certezas, apasionamiento en la palabra y unos pies bien asentados en la tierra. Recuerdo que la tarde que grabé una extensa charla con él me aportó dos o tres frases que lo desnudaban y lo posicionaban frente a la vida no como un bohemio soñador, sino como un hombre pragmático que no se sentaba a esperar la buena crítica y el despegue de los sueños desde la soledad del atelier.
- «Cuando el artista no puede vivir de su arte, vive de su artesanía. Soy artesano porque la artesanía está ligada al arte. Entonces, hago un arte menor para subsistir.» Luego me sorprendió por la llaneza para nombrar las cosas.
- «El Bolsón no ha sido para mí ninguna ayuda. El Bolsón y la naturaleza sí, porque lo vivo. Yo vengo acá y gozo. Vivo esto. Pero tengo que irme a otra parte a buscarme los garbanzos». También podía ponerse apocalíptico y entender que «un pueblo que no tiene arte no merece sobrevivir».
José Leopoldo Chatruc llegó a El Bolsón en 1951 seducido por la belleza del entorno, buscó su espacio con la idea de dedicarse plenamente a la pintura y vivir de ella, pero, al percibir que no sería posible ni a corto ni largo plazo, no hipotecó sus ilusiones y se puso en la tarea de construir el sueño. Relatan los memoriosos que era empecinado y sumamente respetuoso de los espacios que él mismo se concedía. Como en aquellos años la energía eléctrica no existía o por lo menos no era de la mejor, no bien caía el sol abandonaba las tareas de la carpintería y se escondía en su atelier y cambiaba las escoplas y las gubias por la serenidad de los pinceles, las acuarelas y ahí daba rienda suelta a su pasión.
Era un conversador ameno, ilustrado, desconocía la monótona. Aquella tarde, mientras rumoreaba el agua, al atardecer, me sentí ubicuo: estaba el niño del otro lado del río sonriendo al hombre que en el interior de la casa hacía su trabajo profesional de rescatar memorias. Nuestra conversación giró en torno a los primeros pintores y luego derivó por donde Leopoldo dejó caminar a ese potro arisco de la memoria...
Habla de Batista Guasco
-«Los primeros pintores que yo he conocido cuando llegué acá fue al viejo Mario Guasco, padre de Mario, que posee el Hotel Amancay. Este pintor era un hombre con importantes inquietudes de tipo espiritual y para mí fue siempre un buen amigo a quien se recuerda con cariño. Su pintura era de un aficionado, no muy profesional, pero sentida. Yo recuerdo haber visto algunos trabajos al óleo, entre ellos uno de la Loma del Medio que me agradó mucho. Un buen trabajo. Lo recuerdo precisamente por ese motivo. Creo que los nietos deben guardar aquellas pinturas porque en una ocasión me solicitaron que los restaure, pero el trabajo nunca se realizó y desconozco qué rumbo habrán tomado.
Dice de Rodolfo Venzano
-Otro que conocí simultáneamente fue al Dr. Rodolfo Venzano que tenía unas condiciones artísticas excepcionales. Él participó en la Primera Exposición que realizamos en el Club El Refugio juntamente con Guasco. Venzano fue la persona más multifacética que me tocó conocer por acá. El no tenía veleidades artísticas ni nada por el estilo. Tenía sus rachas, sus momentos. A veces, cuando andaba por ahí, por la montaña, hacía algunos trabajos pequeños de unos 15cmts. por 25 o 30 cmts., pero muy bien realizados. Realmente llamaban la atención. Venzano usaba la acuarela y el dibujo, las dos cosas. Tengo dudas que esos trabajos hayan quedado en la localidad y lamento no tenerlos yo porque varias veces hablamos de intercambiar pinturas. Como era tan voluble - hoy estaba acá, mañana en Esquel, nunca se sabía dónde andaba –el intercambio no cuajó.
Recuerda a Martín Piquet
-El tercer pintor arribado a El Bolsón fui yo. Venía con conocimientos artísticos ya que había hecho estudios con un maestro catalán llamado Martín Piquet, que a su vez era discípulo de Sorolla, en España. He tenido la oportunidad de conocer a la familia Sorolla en uno de mis viajes a Europa y me confirmaron que incluso el mayor de los Sorolla conoció a Don Martín Piquet, era un hombre de unos 86 años.
De Oberdan Paterlini
-Volviendo a mi vida en El Bolsón en el año 1960 hice una exposición en las Galerías Peuser, en Buenos Aires, que fue muy bien recibida y con buena crítica. No me puedo quejar por ser la primera exposición que hacía en Buenos Aires. En esa oportunidad vino gente de mi pueblo, entre ellos vino Oberdan Paterlini, pintor que luego se vino a El Bolsón a vivir a mi casa. Estuvo como cinco o seis meses hasta que se construyó su propia casa justo enfrente a mi carpintería en la intersección del Arroyo del Medio y el Río Quemquemtreu en la zona donde habita ahora Don Alejandrino Lobos. El siguió en su camino un destino diferente al mío pero con pinturas que valen la pena mirar y apreciar.
De otros artistas
-Luego han proseguido llegando pintores porque mi vida cultural ha sido bastante movida. Desde El Bolsón a Tierra del Fuego he hecho exposiciones. Y como en todos los pueblos hay un pintor, he conocido mucha gente, entre ellos a Wenceslao Dolla de Comodoro Rivadavia, a Carolly Williams de Sarmiento, pintores que persisten hoy día como pilares de la pintura en la Patagonia.
Estos, son algunos de los pintores que yo recuerdo, pero como no soy muy bueno para la memoria seguramente me olvide alguno. Tiempo después nació un brote cultural en Esquel muy fuerte con la Peña Michay, creada por el viejo Feldman propietario del Diario Esquel junto a su esposa, Doña Rosa. Esa gente convocaba a todos los que nos dedicábamos a estas disciplinas y de vez en cuando se hacía una exposición con los premios pertinentes. Creo que Oberdan Paterlini y Levy Freizstav obtuvieron premios allí. Otro de los pintores que por aquella época se acercaba a El Bolsón recuerdo a Zvonimir Katalenic, pintor de fuste que vivió y murió en El Bolsón. Su venida se debe precisamente a las inquietudes de tipo artístico que estaban en él y en el grupo de pintores que en ese momento vivía en Bariloche. Estoy hablando del año 1965, aproximadamente.
Entre ellos merecen destacarse a Tony Sandegiá como, un pintor italiano muy interesante. Hacía unos óleos que parecían acuarelas. De esos óleos yo tengo uno y otro la familia de Alush Rizza de quienes se hizo muy amigo en ese tiempo ya que había comprado una tierra en una zona cercana con la idea de venirse a vivir aquí pero tuvo mala suerte. Contrajo una enfermedad incurable y al poco tiempo murió sin alcanzar a madurar totalmente su carrera y sus sueños. Con ese grupo también venía el pintor Antúnez, Armando Larrochette y un grupo de alrededor de una decena de integrantes. Venían a pintar de lunes a viernes y se quedaban toda una semana durmiendo en el galpón donde se podía hacer rancho; comíamos todos juntos y vivíamos una vida de comunidad hermosa. Luego de concluir una jornada de trabajo en que salíamos al campo a buscar el paisaje de acá, cada uno por su lado, volvíamos y el patio de atrás de la casa exponíamos nuestros trabajos en fila y entonces se realiza inexorablemente la crítica. Fue una cosa muy buena porque era una crítica constructiva y dio salida a obras buenas, principalmente en Antúnez quien tuvo un resurgimiento importante luego de estas reuniones de acá. Entre ellos venía Zvonimir Katalenic, pero no siempre. Venía una vez y a lo mejor volvía dentro de dos meses. No era parejo en las visitas aunque en los últimos tiempos fue asiduo. En ese tiempo había un rancho en la parte de atrás, una suerte de caballeriza donde yo guardaba los caballos, el pasto y los aperos.
-En la actualidad desconozco cuántos pintores se habrán afincado en la región y este dato nos da una muestra de los cambios que tuvo el arte de la pintura en los últimos tiempos donde el criterio de crecimiento en comunidad no existe más.
- Cuando yo llegué a El Bolsón vine con otras expectativas que debía cambiar sobre la marcha, pero de nada me reprocho. Tuve un aserradero y una carpintería que construí a pulmón alimentada con agua. Pero, aunque me costó tantos sacrificios, yo sería un ingrato si hablara mal de mi pueblo. Yo lo quiero de alma. Tanto es así que las exposiciones mías en Europa siempre hay cuadros que se refieren a El Bolsón. Mi temática pictórica es muy variada. Yo creo que ha de ser raro el día que sea igual al de ayer. Lógicamente que hay cosas que yo he mostrado afuera, por ejemplo, las casas de la gente humilde, el trabajo rudo que hacían los campesinos de aquí en aquellos años, el laboreo de la tierra, el desboscar que hacían con los bueyes en los bosques; todas esas cosas yo he pintado, las he dado y las tiene el pueblo y el público de por ahí. Hay una obra que yo quiero rescatar que se tituló: «Juan está presente en la cena de los pobres» que está en el Museo Juan XXIII, Bérgamo, en Italia (…) Volviendo a la «Cena de los Pobres en Mallín Ahogado» su concepción es simple. Hay una mesa en un patio y están los pobres con una olla en el fogón. Una señora se acerca con una fuente para servir a la gente que está en la mesa. Más lejos se ve un galpón medio derruido y en ese galpón también están comiendo porque es la hora de la cena. Es la hora en que la gente - como en aquellos años no había luz eléctrica - se utilizaba la luz difusa de una lámpara a kerosene o una vela. La gente en el cuadro está aprovechando la última luz del día, costumbres que hoy ya se han trascendido según opina la gente. La expresión de los personajes del cuadro es la propia de gente humilde: el padre de familia está sentado ahí, a la mesa, se lo nota un tanto cansado por las fatigas propias del día con el marcado deseo de cenar e irse a dormir. También está el resto de la familia: el abuelo, los nietos...
-La particularidad del título de esta obra es porque en el corredor de ese rancho se ve bien claro, aunque está colgado, un cuadro de Juan XXIII, conocido como el Papa Bueno y por eso el cuadro porta ese título. Para realizar mis pinturas he trabajado con distintas técnicas, desde el dibujo hasta el fresco, el óleo, la acuarela, el wash, el pastel y todo lo que sea pintura y aunque no lo haya dominado del todo, lo he utilizado. En Italia pinté dos grandes frescos en el Santuario de Santa María de la Nieve y es un trabajo que dijeron los técnicos, estaban realizados con la técnica del Giotto que fue un pintor del Renacimiento.»
Cuando le pregunté a Leopoldo cuántos años tenía aquella tarde del 10 de Octubre de 1989 me contestó: - Yo tengo 78, pero no sé, a lo mejor se dan vuelta y se convierten en 87. Yo me he guiado en la vida con un adagio que creo es árabe: «Planta un cedro para que lo disfruten tus nietos».
José Leopoldo Chatruc falleció en Europa y no sé‚ cuántos años tendría, pero los árboles que plantó se mantienen solemnes custodiando la gigantesca obra realizada por sus manos. Ni el terremoto del año 1960 logró desmoronarlo y sólo dejó inutilizadas las ventanas que se escoraron levemente y no se pueden abrir. Pero sus nietos siguen bajo esos añosos techos recreando una suerte de museo; un espacio habitado por el alma de este hombre deslumbrado por los elementos puros: el agua, el cielo, el silencio, el trabajo y la palabra dada a su propia conciencia.
Su museo puede visitarse y es un verdadero canto a la ciclópea tarea de quien mantuvo una familia unida y llena de virtudes, propias de quien enseña con ejemplos y sin tantas palabras.
Juan D. Matamala
Retrato del pintor Chatruc" (Óleo sobre tela, 40 X 50 cm.)
Pintura homenaje al artista de sobrio pincel realizada por Marco Pertile, en el año 1982. Esta que se muestra en la gráfica pertenece a la Pinacoteca Municipal de a ciudad de San Carlos de Bariloche.
Marco Pertile .
José Leopoldo Chatruc vivió intensamente casi dos décadas en la región, dejando una gran cantidad de frescas imágenes de la comarca del Paralelo 42º. Paisajes de El Hoyo de Epuyén o de los alrededores de El Bolsón. También su particular visión de la vida de los criollos de la zona. La vida cotidiana con su simpleza y desventuras de algunas personas.